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El Día de la Cero Discriminación busca crear conciencia sobre la necesidad de erradicar la exclusión y fomentar la igualdad en todos los ámbitos de la sociedad.
El 1 de marzo de 2014 se conmemoró por primera vez el día de la cero discriminación, después de que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en 2013 la celebración de esta jornada para promover y celebrar el derecho de cada persona a vivir una vida plena con dignidad, independientemente de su aspecto, sexo, edad, religión, lugar de procedencia, condición social, opiniones, identidad de género, orientación sexual, discapacidad, etnia, idioma, estado de salud, localización geográfica, estatus económico o migratorio, o por cualquier otra índole.
En esta ocasión, analizamos cómo está nuestro país en términos de combate a la discriminación y qué pendientes tenemos todavía para avanzar hacia un país más incluyente.
Como ya mencionamos, el Día de la Cero Discriminación, busca crear conciencia sobre la necesidad de erradicar la exclusión y fomentar la igualdad en todos los ámbitos de la sociedad.
En México, la discriminación todavía es un problema estructural que afecta el acceso a derechos fundamentales como la educación, el empleo, la salud y la participación social. A pesar de los avances en materia de inclusión, las cifras reflejan que muchas personas continúan enfrentando barreras debido a su condición personal, su origen o su identidad.
Para conocer la magnitud del problema de discriminación en México, el INEGI elabora la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS), que en su medición más reciente muestra un incremento en la percepción de discriminación en México: pasó de 20.2% en 2017 a 23.7% en 2022.
Las mujeres han sido particularmente afectadas, con un aumento de 20.1% a 24.5%, mientras que en los hombres la cifra pasó de 20.2% a 22.8%. El género sigue siendo el principal motivo de discriminación para las mujeres, mientras que en los hombres se relaciona más con su apariencia.
Casi el 25% de la población de 18 años o más declaró haber sido discriminada por alguna característica o condición personal, incluyendo el tono de piel, la forma de hablar o alguna condición médica. Otro aspecto en el que es notoria la discriminación es el acceso a la educación.
Casi tres de cada diez personas hablantes de una lengua indígena no asisten a la escuela y sólo cuatro de cada cien personas con discapacidad logran llegar a la universidad. La falta de oportunidades educativas impacta de manera desproporcionada a los sectores con más condiciones de vulnerabilidad, como comunidades indígenas, personas con discapacidad y población afrodescendiente.
En el ámbito de la salud, la discriminación también es una realidad cotidiana. Casi e80% de las personas con obesidad han experimentado algún tipo de exclusión debido a su peso, mientras que 6.8% de la población ha reportado haber sido discriminada por padecer alguna enfermedad. La situación se agrava en el caso de las personas con VIH/SIDA, ya que tres de cada diez se abstuvieron de usar servicios de salud durante la pandemia por miedo a ser discriminadas.
Tres cuartas partes de la población perciben que sí existe discriminación hacia las personas con VIH/SIDA. En años recientes hemos visto el aumento de discursos polarizantes, que etiquetan a las personas y fomentan narrativas que dividen a la sociedad. La polarización del discurso público, con términos como “fifís y chairos”, “conservadores y liberales”, “aspiracionistas y clasistas”, ha generado nuevas formas de exclusión que profundizan las fracturas sociales.
En el Día de la Cero Discriminación, la reflexión debe centrarse en la necesidad de construir puentes, reconocer las diferencias sin convertirlas en motivos de segregación y promover una cultura basada en el respeto y la equidad como ejes fundamentales de la convivencia.
Aprovechemos esta jornada de reflexión para identificar los discursos que permiten la persistencia de prácticas discriminatorias y tomemos acciones para enfrentar la discriminación de cualquier tipo en todos los espacios en los que nos desarrollamos: escuelas, trabajo, comunidades, en la vida cotidiana. La educación debería ser un pilar de movilidad social, pero en la práctica sigue replicando desigualdades estructurales.
También recordemos que el combate a la discriminación no puede limitarse a un solo día, debe traducirse en políticas públicas, cambios culturales y acciones individuales que promuevan la equidad en todos los ámbitos de la vida pública.