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Analizamos la percepción de inseguridad que tiene la población y preguntamos a las personas cuál es el principal problema en sus comunidades.
Esta semana, en plena conferencia matutina de la Presidenta de México, nos enteramos de uno de los hechos más violentos que hayan ocurrido en la Ciudad de México en años recientes: el homicidio de dos de los colaboradores más cercanos de la Jefa de Gobierno en las primeras horas de la mañana.
Las reacciones de la ciudadanía no se hicieron esperar: muchas personas señalaron que este hecho les causaba mayor sensación de inseguridad.
En este contexto, analizamos la percepción de inseguridad que tiene la población. Preguntamos a las personas cuál es el principal problema en sus comunidades.
La inseguridad se mantiene como el principal problema que enfrentan, según más de la mitad de las personas encuestadas (56%). Poco más de la cuarta parte mencionaron malos servicios públicos (26.2%). En tercer lugar, señalaron la falta de oportunidades económicas (19.1%).
A nivel nacional, la inseguridad también domina la preocupación de la ciudadanía. Estados como
Guerrero, Guanajuato y Michoacán superan 60% de menciones como entidades donde el tema es más crítico.
Incluso en entidades con relativamente mejores indicadores de seguridad, como Yucatán o Querétaro, más de la mitad de la población sigue señalando la inseguridad como el principal problema del país.
La percepción de vulnerabilidad es generalizada, aunque su intensidad varía regionalmente.
En los estados donde la preocupación es más alta (superior a 60%), como Guerrero, Guanajuato,
Michoacán, Aguascalientes y Sinaloa, la narrativa ciudadana revela un sentimiento de miedo constante. Las personas expresan que no se puede andar tranquilo, que la violencia es cotidiana y extrema, y que incluso los niños no pueden salir solos sin riesgo.
Las menciones sobre el crimen organizado, el cobro de piso y la falta de respuesta policial reflejan una desconfianza estructural hacia las autoridades.
Otros estados como Jalisco, Yucatán, Querétaro, Estado de México y Chihuahua también muestran niveles altos de preocupación, aunque ligeramente menores, por encima de 50%.
Aquí se mezclan experiencias de inseguridad cotidiana, como secuestros y restricciones en la movilidad, con una sensación de abandono institucional.
La ciudadanía expresa ciudadanas retratan una vida restringida por el miedo, con testimonios que evidencian la normalización de la violencia incluso en espacios considerados antes como seguros.
En contraste, la Ciudad de México y Nuevo León destacan como las entidades donde la preocupación por la inseguridad es menor (mayor a 30%, pero menor a 45%), aunque con matices importantes.
En ambos casos, las personas reconocen que la violencia existe, pero no siempre es visible: es más estructural, sutil. El señalamiento de que se vive entre el crimen organizado y la corrupción institucional sugiere que la falta de violencia explícita no se traduce necesariamente en tranquilidad o confianza.
Como vemos, la percepción de inseguridad sigue siendo una constante en gran parte del país, colocándose como el principal problema en muchas comunidades.
Aunque los niveles de preocupación varían entre estados, el tema atraviesa desde regiones con altos índices delictivos hasta aquellas con condiciones relativamente más estables.
Más allá de las cifras, lo que reflejan las opiniones ciudadanas es una demanda por entornos más seguros e instituciones más eficaces en la prevención y atención de la violencia. Atender esta percepción implica mejorar la seguridad pública y también recuperar la confianza de la ciudadanía en sus autoridades.