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Educación Gratuita ¿Mito o Realidad?

La educación pública en México se reconoce como un derecho en el Artículo 3° de la Constitución: universal, laica y gratuita

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Redacción  Polls MX

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Publicada: oct 17 a las 09:37, 2025

La educación pública en México se reconoce como un derecho en el Artículo 3° de la Constitución: universal, laica y gratuita. Sin embargo, los datos más recientes muestran que esta gratuidad es más un principio aspiracional que una experiencia vivida por la mayoría.

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La contradicción aparece desde la pregunta: ¿es realmente gratuita la educación pública? La respuesta ciudadana (88%) refleja que, aunque no existen cuotas oficiales obligatorias, la mayoría enfrenta gastos constantes en uniformes, materiales, actividades y aportaciones “voluntarias” que contradicen la gratuidad de la educación, apenas un 12% de personas considera que la educación realmente es gratuita.

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Cuando se analiza qué tan accesible es la educación en los distintos niveles, apenas un 22% considera que “Es muy accesible y cualquier persona puede ingresar”. Otro 30% señala que “es medianamente accesible pero con limitaciones”, mientras que un 48% considera que hay algunas barreras de entrada importantes. Desglosando esta cifra, 25% la percibe como poco accesible y el 23% restante es más contundente: afirma que no es nada accesible, aludiendo especialmente a la saturación de algunas instituciones en niveles educativos medios y superiores.

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La correlación es clara: aunque la Constitución garantiza la educación para todos, en la práctica el acceso se reduce conforme se avanza en la trayectoria académica. Si en los niveles básicos la cobertura es más amplia, en bachillerato y universidad el número de lugares disponibles, las cuotas indirectas y la falta de apoyos se convierten en muros invisibles que excluyen a miles de jóvenes cada año.

Uno de los temas más polémicos respecto a la educación pública actual, es referente a la calidad de esta. En este punto se refuerza la paradoja de la educación gratuita. Un 34% de los encuestados califica la educación pública como “mala”, señalando la falta de recursos, infraestructura adecuada y preparación docente. Apenas un 27% la considera “buena”, reconociendo la preparación de los maestros y de los contenidos. Y la mayor parte 39% la evalúa como “regular”, aludiendo de nuevo a la disponibilidad de maestros y materiales.

Más allá del balance, los datos muestran un fenómeno de fragmentación: la calidad de la educación no es homogénea. “Hay unas buenas y otras malas”, resume un 33%, reflejando la desigualdad entre regiones, zonas rurales y urbanas, e incluso entre estados. Esto confirma que, en México, la calidad educativa depende todavía más del contexto geográfico y socioeconómico que de un estándar nacional garantizado.

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En cuanto al papel del Estado, solo un 22% percibe que el gobierno está “muy comprometido” con la educación, destinando recursos suficientes y constantes. Un 16% lo califica como medianamente comprometido, mientras que seis de cada diez ciudadanos (62%) creen que la inversión en educación no es prioritaria o no se refleja en mejoras tangibles evidenciando poco compromiso; 25% lo percibe como poco comprometido y un 37% como nada comprometido.

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En resumen, la percepción social es que la educación no ocupa el lugar central que debería en la agenda nacional. La política pública parece más enfocada en otros sectores, mientras los problemas estructurales —infraestructura deficiente, carencia de materiales y desigualdad regional— siguen sin resolverse.

Ante este panorama, la ciudadanía identifica varias acciones prioritarias para garantizar que la educación sea efectiva:

  • Mejorar la calidad docente y los programas de estudio (32%)
  • Garantizar becas y apoyos para todos los niveles (24%).
  • Eliminar totalmente los costos indirectos como cuotas, materiales o uniformes (23%)
  • Invertir en infraestructura, tecnología y recursos (21 %).

La correlación entre estos puntos es evidente: no basta con ampliar la matrícula si no se garantiza que los estudiantes puedan sostenerse en el sistema sin cargas económicas ocultas. Tampoco sirve aumentar becas si no hay planteles dignos ni programas actualizados. El reto es integral: acceso, permanencia y calidad deben caminar de la mano.

La fotografía actual de la educación gratuita en México refleja una tensión profunda entre norma y realidad. La Constitución reconoce un derecho universal, pero el acceso sigue siendo desigual, la calidad fragmentada y el compromiso gubernamental cuestionado por la mayoría.

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Lo que para algunos sectores es un logro consolidado —escuelas públicas sin matrícula oficial— para otros se convierte en un gasto constante de cuotas, uniformes y materiales que erosiona la idea de gratuidad. Y mientras tanto, miles de jóvenes siguen quedando fuera de los niveles medio superior y superior por falta de lugares o de apoyos económicos.

En suma, México enfrenta el desafío de pasar del discurso a la práctica. Garantizar una educación realmente gratuita y de calidad no significa solo abrir aulas, sino asegurar que cada estudiante, sin importar su origen o condición, pueda ingresar, permanecer y desarrollarse en un sistema que hoy, en muchos sentidos, sigue siendo más excluyente que incluyente.