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La Empatía. ¿Somos tan bondadosos y empáticos como creemos?

Hablar de empatía en México en 2025 es hablar de una sociedad que se reconoce emocionalmente sensible, pero que opera con límites, condiciones y temores.

Portada de Research Land sobre la empatía

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Redacción  Polls MX

Redacción Polls MX

Publicada: nov 14 a las 09:42, 2025

Hablar de empatía en México en 2025 es hablar de una sociedad que se reconoce emocionalmente sensible, pero que en la realidad opera con límites, condiciones y temores que restringen la capacidad de ponerse genuinamente en el lugar del otro.

Los datos permiten ver este fenómeno con claridad: sí existe empatía, pero aparece fragmentada, frágil y, en muchos casos, subordinada a circunstancias personales. Es una empatía que queremos tener… pero solo hasta donde no nos incomode.

Cuando se pregunta a las personas por qué no son empáticas, la mayoría (59%) afirma que sí es empática, pero con ciertas restricciones. Entre las personas que afirman ser empáticas, mencionan razones como “comprender y apoyar a los demás, ponerse en los zapatos de otros, les gusta ayudar y entender los problemas de los demás”.

Esta cifra desmonta la idea de una sociedad genuinamente solidaria. Se trata de una empatía negociada, que opera bajo términos individuales y no como un compromiso ético. 36% de la población no se considera completamente empática y el 5% afirma ser nada empática.

La Empatía

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En la escala negativa se observan comentarios que admiten que su empatía es condicional. No es falta de capacidad emocional: es falta de disposición cuando el esfuerzo implica vulnerabilidad o renuncia a la comodidad personal.

Y aunque el 33% de este grupo dice que “le falta trabajar” su empatía y 12% no se considera empático en absoluto, el problema de fondo no está en quienes dudan, sino en quienes se creen empáticos… pero solo bajo sus reglas.

La realidad es que la empatía se debilita fuera del círculo íntimo.

Solo 17% de la población asegura ser “siempre” empática con desconocidos, mientras que 40% reconoce que casi nunca lo es. El resto, 43%, “depende de la situación”, lo cual confirma nuevamente la naturaleza condicional de la empatía mexicana.

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Si la empatía solo se ejerce hacia quienes conocemos, hacia quienes nos agradan, o hacia quienes no representan amenaza, entonces no estamos hablando de un valor social, sino de un filtro emocional selectivo.

Las redes sociales aparecen como uno de los espacios más contradictorios.

Por un lado, 43% de las personas afirman que las plataformas digitales le ayudan a ser más empáticas generando conciencia social (54%). Entre 15% y 23% de ellos también destacan que las redes muestran realidades, acercan información y sensibilizan sobre causas sociales.

Pero, en el lado oscuro, 57% afirma que las redes nos han hecho menos empáticos. De esta muestra, 42% considera que las redes se usan principalmente para criticar; juzgar la vida de los demás y emitir comentarios agresivos o bullying.

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Otras cifras significativas basadas en categorías relacionadas con agresión, falta de respeto o aislamiento confirman que estos espacios han normalizado dinámicas de deshumanización que erosionan la empatía cotidiana.

En redes se llora por tragedias colectivas, se viralizan causas nobles y se glorifica a personas que ayudan; pero también se ataca, se humilla y se deslegitima al otro sin reparo. La empatía digital es inmediata… pero también lo es la violencia.

El tema político entra en juego, ya que el gobierno fomenta la polarización sobre la empatía. Entre las razones que explican la “falta de libertad de expresión”, la más citada es contundente: 31.7% señala la intolerancia y la falta de respeto. Le siguen la censura en redes (10.1%), la inseguridad (8.4%) y la presión política (6.8%).

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La intolerancia, en particular, funciona como una fuerza contraria a la empatía. ¿Cómo cultivar la escucha y la comprensión en un ambiente donde disentir se castiga? ¿Cómo pedir empatía si la polarización convierte cualquier diferencia en amenaza?

La falta de empatía y la falta de libertad de expresión no son fenómenos aislados: son dos caras del mismo desgaste social.

Respecto al papel de instituciones internacionales como la ONU para fomentar empatía global, 32% opina favorablemente, 21% lo considera insuficiente y 47% se mantiene en un punto intermedio. La lectura es simple: no se les ve como actores decisivos en la transformación emocional del país. La empatía —si emerge— no vendrá de afuera.

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Como resumen: México es un país con empatía, pero sin condiciones para ejercerla.

Al mirar todas las cifras en conjunto, emerge una conclusión clara: la empatía en México existe, pero está asediada por el cansancio social, la polarización digital, la intolerancia cotidiana y la desconfianza interpersonal.

México no es un país sin empatía. Es un país donde la empatía se retrae ante la hostilidad. Donde la gente siente demasiado, pero confía muy poco. Donde el dolor ajeno genera compasión… siempre que no implique un costo personal. Y donde las redes sociales y el ambiente político multiplican el juicio más rápido que la comprensión.

Si queremos una sociedad más empática, no basta con pedirle a la gente que “sea amable”: hay que reconstruir espacios seguros para dialogar, disentir y escuchar. Solo así la empatía podrá dejar de ser un acto condicional y convertirse en una práctica social cotidiana.